La autoestima podríamos definirla como el resultado de la valoración que cada uno de nosotros hace de sí mismo. A su vez, el cómo nos valoramos a nosotros va a estar influenciado en gran medida por las vivencias que experimentamos a lo largo de la vida, y la interpretación que hacemos de éstas. A este respecto, y especialmente en la etapa infantil, esta interpretación va a estar condicionada por la mirada que las personas más cercanas e influyentes en el niño/a tengan con respecto a él/ella y así le devuelvan, tal que un espejo en el que la persona en construcción se mira para elaborar lo que en un futuro será su identidad.

 

Si analizamos los componentes básicos de la autoestima, esto es: la autoevaluación, la autorrealización y la autoeficacia, podremos hacernos una idea de cuán influyente es en nuestro bienestar personal. De esta forma, la autoestima no solo se basa en la satisfacción con uno mismo, sino también con cómo me percibo de capaz o competente para enfrentarme a los retos y desafíos a los que la vida me expone constantemente.

Construyendo la autoestima desde un apego seguro

La base de gran parte de nuestras creencias autorreferenciales, de aquello que me digo que soy, se encuentra en los primeros años de vida, siendo una etapa fundamental en el desarrollo de la persona, y por ende, en la construcción de los cimientos que configurarán la autoestima.

Desde el comienzo de nuestra vida estamos expuestos constantemente a las valoraciones que los demás hacen de lo que somos. De todas éstas, las que hagan las personas que yo considero más valiosas (padres, familiares cercanos, profesores, amigos), van a tener un impacto mayor en mí, tanto en positivo como en negativo.

Por otro lado, el apego es la relación vincular que el/la niño/a establece con su cuidador principal desde antes incluso de nacer, con el objetivo de garantizar la supervivencia y la búsqueda de seguridad.[1] Esta relación siempre se establece, estamos programados biológicamente para ello, y será la calidad de este vínculo el que marcará el desarrollo personal, psicológico y social de este niño. El apego seguro se establece cuando se dispone de un cuidador capaz de entender y responder a las necesidades del bebé de manera eficaz y dichosa, transmitiendo un sentido de valía y amor incondicional. Numerosos estudios corroboran la correlación entre apego seguro y mejores y mayores competencias personales y sociales, así como una autoestima más alta a lo largo del desarrollo, aspectos necesarios para afrontar las dificultades a las que de seguro tendremos que enfrentarnos en el futuro.

¿Qué podemos hacer para fortalecer la autoestima de nuestros hijos?

  • Responde a sus necesidades de manera efectiva y afectiva, haciéndoles sentir escuchados.
  • Hazle saber que lo que tenga que decir es importante y valioso para ti.
  • Proporciona un ambiente estructurado, estable y predecible. Ponle los límites necesarios.
  • No “demonices” los errores y equivocaciones. Son parte imprescindible del aprendizaje, y el cometerlos no nos califica.
  • Elimina comparaciones. Con nadie, en ningún momento o circunstancia.
  • Fomenta su autonomía dándole responsabilidades y tareas acordes a su edad, y confía en su capacidad para hacerlo, aunque antes tenga que aprender. Esto le ayudará a desarrollar responsabilidad y ganar seguridad y confianza en sí mismo.
  • Repara menos en sus fracasos y más en sus éxitos y logros.
  • Hazle saber lo valioso que es para ti, no por lo que hace sino por él mismo. Recuérdale cada día lo mucho que le quieres y lo feliz que eres por tenerlo como hijo.
  • Dile lo orgulloso que estás de él ante cualquier oportunidad que se presente. Habla en positivo a otros delante de ellos.
  • Legitima sus emociones, especialmente las desagradables. Éstas son universales, no podemos elegir qué sentir y nos ayudan a adaptarnos a las circunstancias que nos toca afrontar. Ayúdales a gestionarlas bien, principalmente desde el modelo que le ofreces.

 

[1] Para saber más sobre esto (AQUÍ)